Una vez en una de mis conversaciones con mi
amigo Eric sobre los problemas existenciales de la vida, él me dijo:
“la clave de la felicidad es el desapego”
Debo admitir que en el momento me pareció
un poco egoísta porque tenía la errada concepción de que amor y apego debían ir
en el mismo paquete, y eso de desapego me sonaba a ingratitud hacia el esfuerzo
que han hecho nuestros padres en criarnos, hacia el amor que nos da la familia
en general, hacia la fidelidad de nuestros amigos, hacia la oportunidad de
trabajo que nos da la empresa en la que laboramos, hacia la patria en la que
nacimos… etc. Así que aunque asentí
cuando lo dijo yo no estaba de acuerdo del todo con la frase. Pero la vida, esa
maestra que da buenas e inolvidables lecciones
se encargaría de demostrarme que mi amigo estaba en lo cierto.
En primer lugar, en relaciones saludables
ninguno se apega al otro. Nada ni nadie debe coartar nuestra libertad, bajo
ningún concepto podemos permitir que nuestra independencia o nuestros valores personales
dependan de algo o de alguien, porque en
ese mismo instante estás dejando tu vida
y tu felicidad en manos de otra persona o lo que es peor, de un objeto o algún producto
de la publicidad. Es triste como a estas
alturas todavía nos toca ver personas
que en un mundo libre ha elegido
ser esclavos, a veces porque fueron formados para serlo y otras porque guiados
por las masas ellos mismos se han colocado las cadenas.
Salves to fashion se llama la sección de una popular revista de
modas donde orgullosamente muchas afirman su esclavitud a la industria y su
felicidad depende de si pueden conseguir o no el outfit de temporada. Otros se han hecho esclavos al trabajo y son
incapaces de vivir siquiera de una tarde a la semana sin labores porque están demasiado ocupados
produciendo una cantidad de dinero que luego no sabrá cómo disfrutar. Una forma de esclavitud que empieza muy sutil
son los “fans”; A una marca, a un
artista, a un equipo y de repente haces lo imposible por comprar el último CD,
se arma una revuelta en el estadio por diferencias entre fanáticos,
amaneces haciendo cola en un centro
comercial para ser el primero en adquirir un producto que perfectamente puedes
comprar días después sin hacer mayores sacrificios ¿Dónde está la felicidad en
todo esto?
Las preocupaciones sobre el futuro, la poca flexibilidad ante el
devenir y el hecho de hacernos indispensables o creer que otros lo son, también
son factores que empañan los momentos de felicidad o simplemente no permiten
que aparezcan en nuestras vidas. Especialmente cuando uno está entre los veinticinco
y treinta años de edad, sin pareja y sin un trabajo importante el futuro se
torna preocupante porque según las reglas de la vida (que todo el mundo te
recuerda y que nadie parece haber inventado) ya debes ir “sentado cabeza”. A eso de buscar pareja y hacer familia hay que darle
tiempo para no terminar con la pareja incorrecta por desesperados, así que volcamos
todos nuestros esfuerzos en el área profesional y es igual de frustrante porque
aunque tengas la preparación y el potencial para esto también hay que esperar
su turno, pero mantenerse al día con las actualizaciones en la rama profesional
que hayas elegido para poder aprovechar
la oportunidad en el momento en que se presente.
“La felicidad son momentos” solemos decir,
yo agregaría que la infelicidad viene del deseo de congelar esos momentos. Las ganas de volver eterno ese instante en que estuvimos con él o con ella
nos hace dependientes, el deseo de estar siempre con papá y mamá nos lleva a
resistirnos a la idea de que un día se irán o nosotros por una razón u otra tendremos que alejarnos, mientras te aferres a la idea de que solo
cambiando de trabajo te sentirás mejor profesional convertirás en larga y
tortuosa la jornada de cada día y creernos indispensable para que el mundo siga
caminando nos hará sentirnos miserables al ver que si por alguna razón fallamos
o faltamos un día, las cosas van a seguir su rumbo sin nosotros y quizá hasta se hagan mejor.
Hay que aprender a pulir en lado opaco de
la vida, a volver eternos los momentos felices en la mente pero a ser flexibles
a los cambios en la realidad, a amar sin aferrarnos a nada ni a nadie porque no
hay amor más auténtico que el que se vive en libertad, donde cada uno puede
ser, donde el otro es un complemento y
no un dueño; hay que volver a ser quien utiliza
las cosas y no terminar manipulado por
ellas, a seguir adelante a pesar de que
eso implique dejar lo seguro, porque de eso se trata la vida. Seguir,
descubrir, aprender, construir… de
repente amaneces siendo feliz con nada y por todo. Es irónico, perece utópico
pero esa es la clave ;-)
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