Hoy hablaré de aquellos que nunca harán alardes de ser el mejor, pero cada día dan lo mejor de sí para cumplir la responsabilidad que han acogido con una entereza digna del mayor galardón que alguien pudiera otorgar alguna vez. En varias ocasiones me ha tocado trabajar con este señor, siempre en jornadas largas y, muchas veces, lejos de casa. A las ocho menos cuarto tomaba su celular y llamaba para asegurarse de que sus hijas estuvieran listas para el colegio, hablaba con cada una y les preguntaba si desayunaron, si tenían listos sus materiales de la escuela, señalaba puntualmente las asignaciones particulares en las que había estado trabajando cada una, les recordaba la merienda y se despedía de ellas con un "te quiero hija". A medio día, se repetía la misma historia. Llamaba para preguntar si habían llegado bien, qué tal había sido el almuerzo, si tenían muchos deberes de la escuela para el día siguiente y para conceder o negar algún permiso de salir con amigas en
Reflexiones, historias, sucesos... la vida desde mi realidad