En más de una ocasión he criticado ese constante estado de felicidad en el que aparentan vivir algunas personas, más falso que las imitaciones chinas de la Barbie (a las que no se le doblan las rodillas y se sientan con las piernas abiertas). El problema de esa falsa felicidad es que ha hastiado a las personas al punto que creen que no hay nadie que pueda ser verdaderamente feliz y que las pretensiones de positivismo son solo una careta para la desventura del vivir. Pero no es así. Para bien o para mal, estamos aquí. En un mundo sin recetas plagado de excesos y maldad, donde quien no anda buscando un héroe quiere ser uno. Abres el periódico y cuando no te ensucia de sangre con un caso de violencia, sientes el escupitajo de un político en tu cara con sus actos o sus declaraciones. Imaginen una vida que atraviese los días solo revolcándose en ese fango, llenándose de indignación hasta más no poder, popularizando únicamente esa miserable realidad. Es una existencia tan carente de
Reflexiones, historias, sucesos... la vida desde mi realidad