Desde
mi nota “Síndrome de la mujer caducada” (Febrero 2011), mi compañera de
trabajo Julia Vargas no había vuelto a leer nada de mí y pensó que yo paré de escribir. La verdad no
me explico por qué no le había comentado
al respecto, así que para ponerla al corriente del asunto le mandé los enlaces
del blog y de algunas notas por correo. Al día siguiente le pregunté si los
había recibido y al final le dije “críticas y comentarios son bien recibidos”
ella respondió: Ay! Me gusta ese tema!
En honor a la verdad era un comentario, pero me dio la idea de escribir
esta nota. Gracias Julia ;)
En este siglo de “libertad” todo el mundo
se siente con derecho a criticar (¡y lo tiene!), hacemos
uso de este ante la primera situación
en que nos sentimos abusados . Criticamos los excesos del capitalismo, la peste
de sistema político que nos gobierna, el
déficit intelectual de muchos profesionales, la mala distribución de los cargos
en las empresas estatales, las exageraciones de la moda, la comercialización
del deporte… en fin, criticamos todo. Me atrevo a decir que está bien (siempre
y cuando las críticas de verdad persigan mejorar las cosas, no abochornar y
ridiculizar) porque soy de las que está a favor de que se fomente el razonamiento crítico en la educación de los niños a ver si un día llegamos a tener una sociedad libre de borregos, pero ¿Qué pasa cuando de repente eres el objeto de
las críticas? ¿Cómo reaccionar en ese momento en el que a pesar de creer que
haces algo bien, aparece alguien que te hace una observación o una crítica?
Lamentablemente, en este mismo siglo de “libertad”
en el que todo el mundo se siente con derecho a criticar; también abundan los “sabios
en su propia opinión” que no toleran observación alguna. Gente “perfecta” a quienes lees o escuchas
criticando desigualdades sociales, luchando por causas justas, abogando por formar ciudadanos “Open Mind”, pero el día en
que alguien le hace siquiera una pequeña aclaración reaccionan ante esta como si
de una ofensa se tratase.
"Expertos en buscar la paja en el ojo ajeno, pero incapaces de reconocer sus propias faltas"
Si usted es uno de esos, le aviso que
aceptar con humildad las correcciones y críticas constructivas, también es
parte de ser “Open mind”.
Personalmente (aunque aún me falta camino
por andar y muchas cosas por aprender y mejorar), el grado de madurez personal
y profesional que exhibo, lo he logrado gracias a observaciones oportunas de quienes un día quisieron que yo hiciera las
cosas bien, de quienes se preocuparon por que yo aplicara aquello de “think outside the box”, de quienes
creyeron que yo podía hacerlo mejor. Cosas por las que estoy y estaré
eternamente agradecida.
Recuerdo que un día escribí una nota para
un amigo como una especie de desafío (tiene mucha experiencia escribiendo columnas para revistas y yo todavía
soy una aficionada), él eligió el tema y yo busqué la forma de expresarme lo
mejor posible, pensé que había conectado con la musa y le envié el documento
esperando el mejor de los comentarios. Su respuesta fue: yo esperaba otra cosa.
Al leer la respuesta, pensé ¿Qué rayos
es lo que quiere? Pero volví a trabajar de nuevo, la segunda respuesta fue:
claps, claps, claps… muy bien! Lo
mejor de esa experiencia no fueron los
aplausos de mi amigo, sino, que al tener que repetir el trabajo, encontré mi
propia línea de expresión. Aprendí, crecí.
“Quien ama corrige” dice la biblia en el libro de Proverbios, no me cabe la menor duda de ello.
Hay que dejar espacio en la vida para
aceptar las críticas, observaciones y comentarios de las personas sobre lo que
decimos y hacemos. En primer lugar, porque como humanos somos seres imperfectos, en algún momento habrá un detalle que dejamos
pasar y es necesario que alguien nos lo haga ver. En segundo lugar, porque
nuestras acciones no siempre van a agradar a
todos y tenemos que aprender a lidiar con eso sin hacer una escena por
cada malentendido.
A partir de hoy todos mis post terminarán
con la misma oración,
“Críticas y comentarios, son bien recibidos”
¡Hasta la
próxima!
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