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Still I Rise


En mi último post hablaba de cansancio, de un sistema en el cual había perdido la esperanza, caldos de cultivo de mediocridad y el conjunto de factores que eso implica.  Celebraba mi cumpleaños, estaba contenta, pero me sentía presa. Atada por esas cadenas con las que nos amarra el capitalismo del que casi todos somos parte. 

- Cómo voy a motivar la gente que está bajo mi responsabilidad cuando yo misma he perdido la fe? Cómo mantenerlas comprometidas con algo en lo que ya  no creo? 

Estos últimos meses, cada mañana me daba una terapia mental para enfrentar los días, para despertar en mi la esperanza, la voluntad para empujarme y seguir adelante... al final del día me sentía como el ser humano más improductivo del mundo y la lucha que libraban mis pensamientos mantenían mis niveles de estrés en cifras preocupantes, a pesar de que no estaba haciendo "la gran cosa" en el trabajo. 

Soy del tipo de personas que cree en la educación y en el trabajo, de las que encuentra en su labor el significado de sus sacrificios, el significado de su existencia misma (aunque suene exagerado, yo soy así), la mía se estaba descomponiendo en pedazos que no podía volver a unir, que no quería volver a unir.  No ahí, no en la nueva realidad que había arropado la oficina. 

Tomé quince días de vacaciones pensando que la desconexión me ayudaría a poner las cosas en perspectiva para volver de nuevo a la carga con la energía y el entusiasmo que acepté el reto que representaba este puesto hace poco más de dos años, pero a mi regreso me encontré confesando en una conversación mi irremediable desencanto. Yo misma me sorprendí de mis palabras, sobre todo de aquel sentimiento. Nunca me importaron las horas, esos viajes que me ponían cual malabarista a mantener a flote las tareas de tres oficinas a las que debía devolver la dinámica que tuvieron en otros tiempos, no importaba que había dejado de leer como antes, o de escribir mis reflexiones en posts, de tomar clases online, ver a mis amigos, había dejado de hacer muchas cosas que me definían.  Ya me resultaba casi imposible. 

La noche antes de regresar al trabajo sentía que me caía el mundo en los hombros mientras planchaba la ropa del trabajo y repasaba el discurso/ autoterapia que me contaba cada madrugada para llegar a la oficina con una sonrisa y mantenerla todo el día.  Recuerdo que esa semana llegué a la conclusión de que aunque no consiguiera otro trabajo, en dos meses renunciaría. Pero los milagros ocurren, una semana después me tocó ser testigo y protagonista de uno.

Mi jefe me convocó a su oficina un lunes a las 4:30 pm y, en una de las reuniones más liberadoras que contaré en mi carrera profesional, me entregó mi carta de cancelación. Habló de metas no cumplidas, de otros trabajos que había hecho y compensaban en parte lo que no había podido conseguir, mencionó también el hecho de que sabía que ya no quería estar allá y automáticamente asentí. En ese momento empezó a desaparecer el estrés que ya se había convertido en una constante y con expresión de alegría disimulada escuché el resto del discurso mientras tomaba notas de las cosas que quería que dejara en orden con un pulso perfecto y una tranquilidad que no hubiera adivinado ni en mis sueños más salvajes. 

Extrañaré a mis chicas, las de RD con quienes había creado un equipo de trabajo donde cada una tenía clara su función y la ejercía con propiedad y responsabilidad. No había necesidad de empujar a nadie, las tres reflexionábamos con objetividad los desaciertos y celebramos con alegría y satisfacción nuestras pequeñas victorias. Extrañaré también mi excepcional chica de Panamá y la sencillez, honestidad y diligencia de mi apoyo en Guatemala. 

Extrañaré también los instructores! Esas mentes brillantes que siempre atendieron con buena disposición las convocatorias de esta servidora. Con su colaboración, no solo desarrollamos buenos programas de formación, hicimos cosas tan chulas como el congreso de 2018.


Ni hablar de los demás compañeros de la oficina.  La alegría y espíritu colaborador de Marcos, la buena disposición de Mercedes, la elegante formalidad del Sr. Ramón para saludar, la familiaridad de Morillo, mi bella y reservada hija adoptiva. A todos los recordaré con un cariño tan especial como sus personalidades.


Ahora toca componerme, retomar las cosas que había dejado en hold, enfocarme y volver al juego!



Leaving behind nights of terror and fear
I rise
Into a daybreak that's wondrously clear
I rise 
Bringing the gifts that my ancestors gave, 
I am the dream and the hope of the slave. 
I rise
I rise,
I rise 

Still I Rise, Maya Angelou 

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