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Lo bueno de la esperanza

Se supone que lo último que se pierde es la esperanza, que debemos abrazar la bandera de la resiliencia, envolvernos en ella y creer que de verdad será la salvación. Hay quienes se identifican con esta narrativa y les resulta. A otros, como yo, los alcanza la ansiedad y luchando contra ella se hacen resielientes. 
La vida me ha hecho reinventarme muchas veces, sobre todo en el ámbito profesional (Nadie me mandó a estudiar administración de empresas sin  ser descendiente de empresarios. Profesores Fiores, tus padres eran profesores!).  Cuando decides formarte en negocios sin tener un legado empresarial aguardando por ti, tienes dos opciones: 
  1.  Resignarte a un puesto administratvo rutinario, monónoto y estable. 
  2.  Pasarte el resto de tu existencia estudiando para buscar la vuelta a la vida y fabricar ese espacio que hubieras querido que aguarde por ti. 
Hay una fuerza en mi interior que se resiste a la resignación, que cree en las posibilidades y no me permite acostumbrarme a realidades sin sentido o a sistemas que no funcionan.  Recuerdo la mirada preocupada/desilusionada de mi padre cuando en un solo año cambié 4 veces de trabajo. El nivel de "inestabilidad" que aquello reflejaba era simplemente inconcebible para alguien de su generación. Leía en sus hojos el horror no vocalizado de que en una de esas me echaría a perder (Que bueno que nunca lo dijo! Sus palabras tienen un efecto fulminante en mi persona y prefiero no saber lo que en realidad piensa sobre muchas de las cosas que hago. Me alegra que simplemente me deje ser). 

Mi predisposición a expresar desacuerdos (Nota: siempre lo hago de la forma más respetuosa y elegante, pero lo hago!) y no comprometer mi integridad ha hecho que, en más de una ocasión, quienes me reciben con "alfombra roja y fuegos artificales"  terminen empujándome de sus planes, como a una hereje. Se siente raro, se siente mal. Es de esas cosas de las que nunca te recuperas por completo pero que al mismo tiempo agradeces (puede parecer contradictorio, pero es así). 

La última vez que me sucedió pasé por un largo letargo, las pesadillas fueron recurrentes, la ansiedad hizo acto de presencia como nunca antes, pero estaba segura de tres cosas: 
  1. La pasión y la entrega con la que desarrollé cada una de las tareas que estuvieron bajo mis responsabilidad. 
  2. Mi incopatibidad absoluta con la cultura de la empresa y la gerencia. 
  3. No me iba a rendir hasta encontrar una opción que funcionara. 
Esas posibilidades en las que siempre había creido estaban ahí, más cerca de lo que imaginaba (Dios no desampara sus hijos). De hecho, estaban ahí antes de que entendiera que las necesitaba. 

y aquí estoy, reinventándome de nuevo. Aprendiendo, creando cosas, cerrando los ojos en algunos momentos para ver mejor lo que queremos materializar y encontrando propósito en el proceso. 



Lo bueno de la espezanza es que, cuando uno la abandona, ella sale a buscarte. Te acaricia, te recarga y te deja list@ para seguir dando la guerra a la vida (lo que para mí es sinónimo de ser feliz) 


Hasta la próxima!



Hasta la próxima

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