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Bajo control

- ¿Cómo está todo? 
- Todo bajo control, Gracias a Dios 

Me acostumbré tanto a escuchar esa respuesta a los saludos, que empecé a hacerla parte de mi vocabulario mucho antes de entender qué significaba o qué implicaba tener las cosas bajo control.  Es una de esas lecciones recurrentes que nos da el entorno hasta que de forma inconsciente nos va moldeando el carácter. 

Nos han enseñado que el control es poder que, más que un objetivo, debe ser un hecho en nuestras vidas  y hemos asignado mapas de ruta a cada aspecto de la misma para ir controlando resultados y midiendo nuestros niveles de éxito particulares. Cuando eres niña, negra, pobre, de una familia religiosa... lo tienes todavía peor:

- Debes ser aplicada para pasar de curso en la escuela. 
- Debes dar testimonio de  buen comportamiento.
- Debes ir a la universidad y graduarte para conseguir un buen trabajo. 
- Debes encontrar un buen marido. 
- Debes "asegurar" tu futuro. 
etc...

Y esa larga lista de deberes lleva mucho control para asegurar cada paso en una escalera que no estás tomando por decisión propia, un camino que te ha sido asignado y se espera de tí que lo recorras con gracia, seguridad y maestría. 

¿Deseable? Puede ser, pero no todo el mundo lo consigue y el hecho de no conseguirlo a veces es otra clase de éxito. 

Fui una de esas niñas y los deberes no me pesaron nunca, me  ayudaron a construir un carácter que me hace sentir yo, y me gusta. El problema está cuando empiezas a darte cuenta de que completar una etapa no te asegura la entrada a la siguiente, cuando hacen acto de presencia los factores que no puedes controlar y que intentar hacerlo te hace daño. Nadie nos dice qué hacer cuando las cosas no funcionan, las alternativas parecen no existir, los ajustes no son contemplados en el plan y cualquier cosa que no funcione tal y como lo contaron al principio, se ve como fracaso. 

Amor y control, dice Rubén Blades en la canción, y no está lejos de la verdad. No debemos andar como "chivos sin ley", necesitamos a alguien que nos guíe hasta estar consciente de los peligros propios del camino, pero ¿Hasta qué punto controlar? Los niños de mi época crecieron pensando que los adultos tenían todas las respuestas, siempre. Respetamos más con base en el temor que en la convicción, el mapa hacia nuestro futuro estaba diseñado por adultos que en su mayoría tenían vidas quebradas de las que nunca hablaban y muy poco se cuestionaba. 

Al final, entre las cartas de ruta de vidas ideales y el excesivo control para cumplir con todo, y con todos, terminamos asustados en una prisión de barrotes fantasma de los que muchos no salen nunca. No hay chance para la serendipia, no nos atrevemos a nada, la flexibilidad no existe. 

Está bien querer lo mejor para los nuestros, sobre todo para aquellos que tienen potencial (todos somos buenos en alguna cosa pero hay gente que es especial, que trae un propósito del cual no siempre es consciente pero para los demás es evidente), pero no podemos encerrar a cada uno en nuestra propia definición de éxito, que muchas veces es limitada y está moldeada por sesgos de los que no somos conscientes. 

Heráclito nos contó en la clase de filosofía que lo único seguro es el devenir y todavía nos empeñamos en hacer cartas de ruta. No damos espacio a la vida ( a lo bueno y a lo malo), no damos espacio a las cualidades de nosotros mismos que todavía no hemos descubierto. Nos vence el miedo y nos pasan los años arrastrando cadenas que laceran nuestra existencia.

Este post no es una revelación en contra del control, mi reclamo es contra la idea del control absoluto y la falta de flexibilidad que, en el mejor de los casos, le arrebata la magia a la vida.  Es un llamado a ser consciente de la vulnerabilidad humana, de la incertidumbre propia de la vida, y abrazarla. Un clamor para que también hablemos de hacer una pausa para respirar y ver las cartas de ruta como una herramienta viva donde los ajustes son bienvenidos y no como las piedras donde fueron revelados los diez mandamientos a Moisés. 

Lo bello de todo esto es que no sabemos qué pasará después, y que no pasa nada si el futuro trae algo diferente a lo que esperábamos, aún cuando hayamos cumplimos con los requisitos de la máxima perfección.  

¡Hasta la próxima! 







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