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Una Jornada con C Vol. 2


Si me conoces sabes que defiendo mis razones a raja tabla y con pruebas. Admito mis equivocaciones sin demora pero me encanta demostrar que estoy en lo cierto cuando tengo todos los hechos a mano y alguien pone en duda mis hipótesis. Esta vez quisiera no tener la razón.

El 2021 nos dejó a todos descolocados cuando a inicios del mes de febrero le diagnosticaron un cáncer de endometrio a mi mamá, es una situación que te absorbe al punto en el que ni te das cuenta de lo jodido que estás.  Las luchas propias del diagnóstico, la ansiedad, la impotencia, el hecho de tener el corazón arrugado sin querer reconocer que tienes el corazón arrugado (no soy muy buena con llorar y dejar salir mi vulnerabilidad)... es un mix de tantas cosas que solo puedes ir dimensionando cuando va pasando el tiempo. 

Después de todas las calamidades propias del tratamiento, poco a poco salimos a flote de nuevo. Mami empezó a ser la misma de siempre (otra vez no nos ponemos de acuerdo en nada 😅) y cada quien empezó a retomar sus rutinas, luchas y alegrías particulares. Unos meses después del respiro al que llamaré El ojo del huracán, a mami le mandaron a hacer una biopsia y resulta que ahora tiene cancer de tiroides en grado tres. 

Estamos en la primera semana de procesar todo, aliviados por el hecho de que ese tipo de cáncer no se trata con quimioterapia y sin querer pensar demasiado en lo que nos espera, que sabemos que será cualquier cosa menos algo fácil. En el mar de ideas que me invade en las horas libres recordé una de mis discusiones con ellas durante los años en los que ella trabajaba sin parar los 7 días de la semana full time, cuando se le olvidaba que no era una máquina y aparte de tener dos trabajos muy demandantes, le daba chance también para recordarme que se me hacía tarde para tener hijos. 

- Abusas tanto de ti que si yo llegara a tener hijos no vas a poder disfrutar de ellos, le dije

Recuerdo una a una mis palabras, recuerdo también lo molesta que estaba y el tono que usé. Odio haber tenido razón. 

Nota: Todavía no tengo hijos, pero si los tuviera, no es posible que el eterno malestar con que vive mi mamá le permita disfrutar de ellos. 

Quizás debí utilizar palabras menos duras, un tono de voz más amable, pero  veía lo que venía. Aquello que más temía está abriéndonos las puertas del presente. Un presente lleno de medicamentos y viajes a la clínica, de esperas ansiosas y noticias difíciles de procesar. Un presente de dolores que cambian con los días, pero nunca se van. 

A veces no sé si lo mejor es mantener el optimismo u organizar la despedida. La negación le roba a uno tiempo importante para sacar el jugo a los días que quedan, para buscar la felicidad en la incomodidad, para acomodar la vida y crear espacios para sonreír aunque fabriquemos las razones. 


La primera vez mami estaba devastada, mi papá estaba turbado y yo no sé siquiera como estaba. Mi refugio fueron los episodios de Meditative Stories  (podcast) y el deseo compulsivo de cocinar (y nunca se me había dado bien ni calentar agua en la cocina). De la misma forma en la que venía esto venir, también sé que la vida siempre se acomoda y uno termina buscando la vuelta a las situaciones. 

No quiero dejar pasar la oportunidad para reflexionar sobre esta vida finita de la que abusamos sin pensar en mañana, que biológicamente somos simples humanos, que las fuerzas se agotan y el cuerpo, como la vida, pasa factura. 

No sé cómo lo vamos a hacer ahora, pero encontraremos la manera. 


Hasta la próxima!







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