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Amar, Acompañar, Permanecer

La celebración del Breast Cancer Awareness me pega diferente. Lo que la mayoría ve como una alerta, para mí tiene nombres, recuerdos, mensajes, despedidas y luchas que todavía continúan. 

Recuerdo al Olfa, que siendo mucho más joven de lo que soy ahora, fue un día a mi cuarto y me contó que tenía miedo. Recuerdo cuando me pidió que la tocara en un seno y sentí un bulto duro que no le dolía.  La agobiaba la preocupación porque le dieran un diagnóstico que no estaba preparada para escuchar, por sus hijos, por su pareja (porque poco de dice del impacto de cancer en parejas jóvenes, de los hombres que no están preparados para ver sus esposas mutiladas, de la preocupación de ellas ante un posible rechazo que hasta justifican, el alivio cuando sienten la seguridad de estar con alguien dispuesto a luchar con ellas). 

Ese fue mi primer caso de cerca, y como toda primera vez, fue duro. Emocionalmente, económicamente, de todas las formas. Recuerdo el alivio cuando por fin terminó el tratamiento y poco a poco volvió a recuperar su vida, una recuperación que duró 8 años porque el cáncer volvió. Hoy vi las fotos que nos hicimos antes de retomar el tratamiento, su pelo que estaba largo de nuevo, lo saludable que se veía aunque ese asesino silente había regresado, esta vez para llevársela.  Recuerdo con mucho dolor el final. Largo, lento. Pero dentro de todo ese dolor rescato a quienes siempre la acompañaron, a su hija que se entregó a ella hasta el último día, el amor que, como dice la Biblia, "no deja de ser" aún en los momentos más duros. 

Recuerdo a tía Mary que vivió su proceso en un momento en el que yo no necesariamente lo entendía. Recuerdo cuando fue súper temprano al aeropuerto para verme mientras yo regresaba de Puerto Rico, aunque faltaran muchísimas horas para su vuelo a Estados Unidos. Sus constantes mensajes de Facebook cuando sabía que estaba viviendo sola en un país ajeno. Era una despedida que comprendí cuando ya era muy tarde, y que en cierta forma se ha convertido en una asignatura pendiente en mi vida. 

Recuerdo a Milagros, que continúa en la lucha. Su valor, su energía. Las citas, la cirugía, la recuperación, el seguimiento. Es mucho, señores, es mucho. 

Recuerdo a Andrea, que luego de un año de profunda soledad en RD fue de los primeros miembros de nuestra comunidad, en ese momento Internations, y poco después de empezar a hacer amigos y planificar salidas, recibió la noticia de que el cáncer había regresado y no había mucho que hacer. Andrea no se rindió, no se rinde. Se fue a España en busca de respuestas y encontró un tratamiento alternativo, compartió su experiencia y nos permitió acompañarla hasta el toque de la campana. Hace poco corrió un maratón con su familia y le sigue ganando la carrera al cáncer. 


Recuerdo a Lice, que perdió a su mamá, a su papá, a su tía, a su abuela y con limitaciones mentales se enfrenta a un diagnóstico que no entiende, que la hace preguntar con frecuencia si se va a morir, que la ha hecho reinventarse para seguir viviendo sin entender qué hace ni cómo lo hace. 

Este año me hice mi primera mamografía y mientras me preparaba para el proceso pensé en todas ellas, más desde la vulnerabilidad que desde el miedo. 


Las enfermedades crónicas tienen el común denominador de que se alivian con compañía, con seguimiento, con compasión, con amor. Cuando veo los lazos rosas pienso en todo lo que no se dice, en todo el acompañamiento que todavía le hace falta a la familia del paciente, en toda la información que ayudaría a que todos vivan la experiencia diferente. 

Cuando el cáncer toca de cerca, generalmente no sabes qué decir, cómo reaccionar, qué es lo mejor que puedes hacer. Aunque cada caso es diferente, hay tres cosas que no fallan. Amar, acompañar, permanecer. 

Todo lo demás lo aprendes en el camino. 

Un abrazo fuerte a quienes viven con la enfermedad y a quienes lo viven con el paciente. 

Es una lucha de todos, 





 


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