El último libro de Michelle Obama, The Look, ha llamado especialmente mi atención. Aborda un tema que por mucho tiempo hemos vivido y sufrido en silencio las chicas de pelo afro (especialmente las del tipo 4c) y que casi nadie menciona. Ese tema de gestionar tu look, desde lo que eres, para manejarte en entornos sociales y profesionales de alta gama, requiere un sacrificio adicional que por mucho tiempo se ha hecho en silencio.
En 2013 estuve trabajando en una farmacéutica cuya cultura me quebró. Había que estar siempre maquillada, bien puesta, con el pelo suelto y limpio. En ese momento estaba haciendo una maestría, así que el tiempo era escaso, hubo una semana en la que ya no podía tener el pelo suelto y me hice una cola que se viera bonita. La gerente de Recursos Humanos fue a mi estación, me pasó la mano por la cabeza y me preguntó:
Estuve escuchando un episodio de podcast de promoción del libro que me tocó un punto de dolor, así que si el objetivo era atrear, caí como mosca en un pastel. Habla del pelo, especialmente de crecer con pelo afro en una época en la que lo único bonito era el pelo lacio y toda la estructura social y económica estaba diseñada para eso.
Me vi retratada en el contenido desde los primeros minutos. Me teletransporté a la época en la que el requisito no escrito de ser "pajecito" en una boda era tener el pelo lacio, o que por lo menos se te pudieran hacer ricitos. ¿Se cuerdan? La industria de cosméticos para el pelo estaba diseñada para personas con pelo lacio (ujum, hasta en un país donde 90% de la población es negra y con pelo afro) y como esos productos sacaban toda la hidratación de texturas como la nuestra, el pelo de uno siempre parecía "brillo fino".
Recuerdo una vez que una hermana de la iglesia (una sierva de tez clara con tres hijas con pelo lacio) que hablaba del acto de amor que representaba peinar a sus hijas, y condenaba a las mujeres que les hacen trenzas a sus niñas para durar varios días sin peinarlas. Se nota que nunca se había enfrentado a una textura 4C de pelo abundante.
Mi mamá nunca fue muy diestra peinando, trabajaba lejos y full time, por lo que tampoco había mucho tiempo para dedicarlo a mi cabeza. Cuando cumplí 7 años decidió procesarme el pelo (desrizar) para hacernos la vida un poco más fácil, pero eso venía con una serie de advertencias:
- No te puedes mojar en la lluvia
- No te puedes mojar el pelo para nada si no te vas a hacer rolos
- Tienes que dormir con anchoas o rolitos para mantener el pelo bonito
- Evita sudar mucho
En resumen, tenía que dejar de ser una niña.
En ese momento empezó una batalla distinta de la que tampoco me advirtieron. La batalla con las cremas alizadoras, porque no las aguantaba.
Creo que llegué a usar todas las marcas que habían en el mercado para esa época. ¡Nada funcionaba! El día de mi graduación del bachillerato, que también recuerdo como el primer día en que me sentí bonita, tenía una quemada como de 2do grado porque traté de aguantar lo más que pude el alisado, quería mi pelo lacio, porque quería "verme bien".
En los días posteriores a la graduación mi mamá tuvo que lavarme el pelo y secarlo diario, para poder salvar el cabello del área quemada. Todos los días amanecía la almohada manchada de la secreción de la quemada, y ni hablar del dolor cuando me pusieron vinagre después de alisarme. Pero todo estaba bien, yo estaba "bonita" y como continuaba con mi disciplina militar para mantener mi pelo en orden, no pasaba nada.
Otro punto que tampoco se toca mucho, relacionado con el cabello, es la inversión. Mantener un pelo procesado siempre bonito requiere que uno vaya por lo menos dos veces por semana al salón, o que hagas todo el trabajo en casa (que requiere esfuerzo y tiempo valioso) si sabes cómo hacerlo.
- ¿Qué pasó, Fiores?
No hizo falta decir nada más, fui directo del trabajo al salón para ir al día siguiente con "melena", pero también lloré como Magdalena. En ese momento no sabía nombrar esa conducta pasivo/agresiva en una realidad que por muchas otras variables ya era tóxica. Poco tiempo después, renuncié.
Siempre llevaba el pelo corto. Brilloso, con volumen asegurado por los rollos (cadillo) con los que dormía en la noche, y fue mi normalidad hasta que en 2014 me voy a trabajar fuera del país a un lugar donde no sabían procesar el pelo porque no había mucha gente con esta textura (4C) en esa ciudad. Casi me da un infarto cuando me cobraron casi USD100 por ponerme un alisado como si fuera un tinte ¡Pensé que saldría de ahí calva!
Fui a un Beauty Supply y me armé con todo. Vi cuchucientos videos en youtube y me desrizaba yo misma. Una vez pasé el susto de mi vida porque me cayó agua con crema alisadora en un ojo y... ¡Vi a Dios! Pensé que me iba a quedar ciega. Pasé días con el ojo rojo y luego de recuperarme empecé a reflexionar sobre lo cansada que estaba de todo eso.
Después de casi un año, volví a vivir en mi país con una idea clara en la cabeza:
- ¡Me voy a cortar todo el pelo!
Hablé con mi prima, que también era mi estilista, y me dijo que si yo estaba segura, ella lo hacía. Le di una terapia a mami para que no le fuera a dar " una cosa mala" porque "el pelo es la belleza de la mujer" y me hice el gran corte, sin la menor intención del volverme a dejar crecer el cabello.
A partir de ahí empezó una nueva era para mí. Seguridad, belleza, poder, influencia...
No voy a romantizar las cosas, el pelo afro es difícil, por eso lo llevo siempre corto, pero es lo que somos y eso también es belleza. Ahora (Graaaacias a Dios) hay muchos productos adecuados, que nos ayudan a mantenerlo hidratado y nos van alejando poco a poco de esa sensación de "brillo fino".
Diversidad es que haya espacios seguros donde cada uno pueda ser lo que es sin sentirse menos, sin sentirse preso, sin tener que estar constantemente haciendo double check a su más auténtico ser para ser bien visto, para ser respetado, para ser personas. La diversidad es parte de la riqueza cultural del caribe, pero hasta que no empecemos a apreciar todo lo bueno que tiene, a mirar con autentica curiosidad lo que es distinto a nosotros, tendremos niños que deben dejar de ser niños muy pronto y adultos llenos de dudas y ansiedad que pudieran estar aprovechando el tiempo que le toma ajustarse para ser aceptados en ser productivos, en ser creativos, en aser felices.
Recuerdo que cuando mi jefe (en ese momento) me vio después de cortarme el pelo, me preguntó si había pasado algo en mi vida. No hacía falta que pasara algo, con la sed de libertad era más que suficiente.
Tengo esperanzas de que llegue el día en el que nadie tenga que probar nada, mucho menos sufrir en silencio para hacer ajustes que nos hagan parecer aquello que no somos para ser válidos, tengo esperanza en que todos simplemente podamos ser y disfrutemos el hecho de ser diferentes.
¡Hasta la próxima!

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