Ir al contenido principal

Amabilidad de propinas y comisiones

En estos días fui con mis compañeros de oficina a almorzar a una de esa franquicias gringas que tenemos en R.D. Nos recibió una joven muy amable y, una vez estábamos en la mesa, llegó un joven irradiando entusiasmo por los poros y presentándose como nuestro camarero de ese día. Hacía chistes, contaba historias, daba consejos y recomendaciones sobre nuestras elecciones para el almuerzo, provocaba las sonrisas de los más tímidos y hasta nos sirvió de fotógrafo para inmortalizar el momento. 


Genial, verdad? Uno se queda como  Wow, qué chulo! Es como de alguien que se está identificado con lo que hace, transmite su entusiasmo al cliente, cuya amabilidad y disposición te hace pasar un buen rato. 

Después de muchas historias y risas, había llegado el momento de regresar al trabajo, pedimos la cuenta a nuestro simpático amigo y cuando regresó con la factura nos invitaba, en tono reflexivo, a completar una encuesta de satisfacción en línea al tiempo que elegantemente hacía referencia a las propinas. 

Esto le había quitado la emoción a todo lo anterior, por lo menos en lo que a mi respecta, ya que evidentemente sus atenciones no fueron más que una hora de actuación con el fin de conseguir los resultados de satisfacción que aseguraran sus comisiones del mes.

Otro caso parecido me ocurrió esta semana en un salón de belleza donde tuve que ir a lavarme el pelo en una de esas emergencias cosméticas en las que nos encontramos de vez en cuando. La joven que me recibió me pregunta que cómo quiero el agua, que si me siento bien, qué tan fuerte me podía estrujar el pelo mientras me ponía el shampoo... Luego paso donde la que me va a secar y es lo mismo. En eso, pasa una de las clientes que ya había terminado y le entrega algo de dinero a una para que lo reparta entre las que la atendieron. Se miran, hacen un par de gestos y comentarios por lo bajo mientras cada una sigue representando su papel de amabilidad en busca de propinas. 

Ya he dicho en otras ocasiones Mi problema con los falsos afectos , pero dado que el asunto está institucionalizado pasa de ser un problema a ser una preocupación. 

Parece que ya  no podemos ser amables porque si, ahora tenemos que comprar sonrisas, alguien debe patrocinar las buenas atenciones y todo está tan bien representado pudiera confundirse con la naturalidad, pero una naturalidad sin esencia que al final termina en una súplica, y ya no vemos un amigo amable y simpático, sino un esclavo evolucionado en busca de la recompensa de ese tipo de esclavitud que va más allá del salario, las comisiones. 

Hace unos años, cuando trabajaba en áreas relacionadas con servicio al cliente, recuerdo que me molesté muchísimo con un señor que insistía en ofrecer dinero a cambio de que le atendieran más rápido del tiempo establecido para el servicio que había solicitado. Para mi era un insulto que pretendiera comprar mi eficiencia, no era el trabajo de mis sueños pero lo hacía con gusto y buena disposición, una disposición que no estaba sujeta a regalos, o sobornos. 

Nos está ganando la ambición, por eso nos inundan los (hijoputas) "buenistas" y se va lo mejor de nosotros a cambio de cosas que terminan en nada. 

Hasta la próxima!



Comentarios